dilluns, d’octubre 03, 2005

El Urbanismo SALVAJE de Peñíscola.

Hace unos días tuve la satisfacción de inaugurar los III Encuentros de Técnicos Urbanistas en Peñíscola, organizado por el Instituto Nacional de Administración Pública en el Centro de Estudios que el Ministerio de Administraciones Públicas tiene en la capital turística del Baix Maestrat.

Dije allí, entre varios profesionales del urbanismo, que considero imperativo para cuantos nos dedicamos a la gestión de los intereses públicos que nos ocupemos y preocupemos por planificar, diseñar y construir nuestras ciudades para las personas que en ellas habitan, para nuestros conciudadanos y conciudadanas. Que las gobernemos pensando en el bienestar, en la seguridad y también en los proyectos de futuro de las mujeres y los hombres que en ellas viven o quienes a ellas se desplazan buscando ocio, cultura, hospitalidad o negocio.

Porque la ciudad es, tal vez, el más genuino de los frutos de la civilización. Es al mismo tiempo libertad y complejidad, intercambio y diversidad, conflicto y creatividad: "Un lugar de sorpresas y polifonía", nos dice Daniel Innerarity.

A veces tengo la impresión de que el crecimiento de nuestras ciudades y nuestros pueblos no responde a los intereses reales de sus habitantes, a nuestros intereses. En muchos casos percibo un crecimiento desorientado, un "crecer por crecer" que no tiene en cuenta la humanidad de quien las habita. Y yo quiero que las ciudades de la Plana o del Maestrat, de nuestra costa o del interior, cambien, progresen y se modernicen siguiendo el latido del corazón de sus gentes. No como el París glosado por Baudelaire: "Cambia más deprisa, ay, que el corazón de un mortal!".

Creo en ciudades amables que se identifiquen con la voluntad de sus ciudadanos y los enraícen en un mundo deslocalizado. Ciudades participadas y vividas por sus habitantes, que sean marco de oportunidades colectivas y personales de ser, de imaginar, de construir futuro.

Sé que es complejo. Pero hemos de impulsar políticas urbanísticas que posibiliten la recuperación y apropiación ciudadana del espacio público, que luchen contra la exclusión favoreciendo la integración espacial y social, que respeten el derecho de todas las personas a una vida digna. Políticas que propicien la negociación de la vida en común frente al atrincheramiento del individualismo de la desesperación. Una ordenación urbanística, también, que haga sostenible el desarrollo y la expansión de nuestras ciudades y que no las deje desamparadas ante fenómenos naturales hoy previsibles.

Sólo así haremos nuestras ciudades más habitables y más seguras. De lo contrario, como tiene escrito Zygmunt Bauman, "las ciudades construidas inicialmente para proporcionar seguridad a todos sus habitantes, son hoy en día asociadas más frecuentemente con el peligro que con la seguridad".

Creo, sinceramente, que es el momento de reflexionar sobre nuestro entorno urbano. No para dejar de crecer, si no para hacerlo de forma razonable. Detenernos y pensar en qué ciudades vamos a dejar a nuestros hijos. Crecer sin rumbo no es crecer: es desparramarse. Necesitamos un modelo de ciudad que nos garantice a todos y a todas mejor movilidad y más seguridad, que nos reconozca el derecho a disfrutar del espacio público y de su monumentalidad, que dote a nuestros barrios de significado y calidad urbana, que ponga en valor su historia reforzando nuestra identidad, que nos haga partícipes de su presente y soñadores de su futuro. Una ciudad que haga de sus habitantes, en definitiva, verdaderos ciudadanos, en lugar de condenarlos a meros espectadores del festín de unos pocos. Tenemos referentes; miremos hacia ellos para ver más allá de nuestro ombligo.
JUAN MARIA Calles
Subdelegado del Gobierno en Castellón

Comments:
QUE DIOS LE OIGA DECIR TODO ESO, PERO SIN LA LRAU. EMPIECE POR QUITAR LA LRAU DE LAS MANOS DEL PP QUE LA ESTÁN SOBREADMINISTRANDO PARA LLEGAR AL DESASTRE CONTRARIO DE LO QUE USTED PREDICA. LA LRAU NO LA HICIERON LOS SOCIALISTAS COMO MEDIO ESPECULATIVO SEL QUE SE SIRVEN CUATRO LADRONES APROVECHADOS SIN GUSTO NI ESCRÚPULOS HACIA LAS PERSONAS NI EL ENTORNO NI EL MEDIO AMBIENTE NI EL ESPACIO PÚBLICO. EL RESULTADO SON LABERINTOS APOCALÍPTICOS.
 
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